
Desde mi clase de reli (84)
ALBERTO CAÑAS
Mi Blog "Desde mi clase de reli"
Diplomado en profesorado de EGB, en la especialidad de educación especial/pedagogía terapéutica. Profesor de religión y moral católica. Casado y padre de 4 hijos.
Alberto Cañas es autor, editor y responsable del Blog Desde mi clase de reli, alojado en el espacio web de www.infofamilialibre.com
No sé si son conscientes de lo rápido que está cambiando el pensamiento y las costumbres en nuestra sociedad. Un pensamiento y unas costumbres que nos vienen impuestos desde la progresía y unas élites supranacionales (ONU, OMS, UNESCO…).
Cuando alguien va a presenciar un desfile militar, de la Legión, por ejemplo, espera ver a los legionarios perfectamente formados, con ese uniforme tan característico, ese paso rápido y espectacular al ritmo de su himno y a los gastadores haciendo maravillosos malabares con los fusiles.
Acabamos la segunda evaluación o trimestre. Se nota el cansancio de los docentes y los nervios a flor de piel: nos delata el lenguaje corporal. Si el trimestre es como una carrera de fondo, los últimos quince días es el esprint final, un último esfuerzo que sumar al ya realizado.
Mi colega de Infofamilialibre y de profesión Mercedes de Lucas escribe un acertadísimo artículo titulado “¡Párrocos, ayuda por favor!” en el que, ante la situación actual en los centros públicos, pide urgentemente que todos ayudemos a llevar a Cristo a la juventud.
Subo las persianas de la clase y encuentro a mis dicharacheros y animados alumnos de 6º C en absoluto silencio. Los chicos, serios y las chicas, con lágrimas en los ojos. Lucía me pide un pañuelo de papel de los que tengo encima de la mesa. Acabábamos de terminar de ver la tercera entrega (las sesiones son tan cortas que, para ver una película, hay que utilizar tres o cuatro clases) de la película “Teresa de Calcuta” (2003).
Le contaba a mi cuñada Josefina algunas de las situaciones que vivimos en los colegios los maestros y personal no docente: una madre acusa a un profesor de maltrato a los alumnos como justificación para cambiar a su hija de optativa fuera de plazo, padres que acusan de maltrato y violencia a la profesora por arrancar una hoja del cuaderno, otros que protestan desairadamente porque su hija que “siempre saca dieces” se le ha puesto un ocho, padre que protesta y desautoriza al profesor frente a un castigo, el que amenaza a la profesora si no limpia a su hijo que, en un momento dado, no controló los esfínteres, o el gritar, insultar y humillar a una profesora en la puerta del colegio, por no enumerar los casos de progenitores que justifican y defienden a sus hijos cuando son llamados por profesores o equipos directivos por conductas disruptivas, faltas de convivencia, agresiones verbales o físicas a compañeros, etc.
Cuando en alguna ocasión me preguntan si soy cristiano yo contesto con aquella muletilla de los autores del Siglo de Oro: “cristiano y cristiano viejo”, y si insisten “¿católico?” añado “apostólico y romano” con marcado acento castizo. Pero al margen de la anécdota o de la ocurrencia en las respuestas es una pregunta que me hace reflexionar ¿Qué soy? ¿Dónde estoy (en la Iglesia)? Podría quedarme en eso: cristiano y católico, pero no sería honrado. En mis artículos (en todos, pero en los últimos particularmente) me he ido sincerando con ustedes, mis lectores, y, unas veces de forma más velada y otras más abierta, he hablado de mi fe y de mi relación con la Iglesia.
Viene siendo todo un clásico enfrentar la asignatura de Religión y moral Católica a su asignatura “espejo” ahora llamada Valores, antes Alternativa, antaño Ética.
Hay noticias que se entienden mejor juntas, hay otras que se complementan, unas veces una noticia explica otra o la justifica, o como decía mi madre “las malas noticias siempre vienen del brazo”.
Cuentan que el emperador romano Cómodo (s. II d. C.) era una especie de “superstar” de los juegos y espectáculos del Anfiteatro Flavio (hoy conocido como Coliseo) o del Circo Máximo que él mismo preparaba.
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Bajan las aguas revueltas entre los parroquianos de San Gregorio en Raxó. Maruja, Felisa, Carmen, Toti, Mercedes, Liuca, Jundo..., están enfadados, molestos y tristes, muy tristes. Y no les sobran los motivos. En diciembre falleció el bueno de Don Antonio, su párroco desde 1968, y desde ese mismo día, andan huérfanos, pues no ha sido nombrado ningún sacerdote para sustituir a Don Antonio, que “en gloria esté”.
Hacía quince meses que no iba al cine. La última vez, antes del confinamiento, estuve viendo “Corazón Ardiente”, un documental sobre el Sagrado Corazón de Jesús, con un hilo conductor de ficción. En esta ocasión, la película ha sido “Tierra Santa, El Último Peregrino”, con el mismo formato que la anterior. Es el nuevo cine católico: “Vivo”, “El Padre Pío”, “Amanece en Calcuta”, “Hospitalarios”, “El mayor regalo”… documentales.
Recuerdo, con cierta añoranza, cuando mi madre nos decía “no tan cerca de la pantalla que os vais a quedar ciegos y, además, esto no puede ser bueno, os vais a volver tontos”. Corrían los años 70 y la programación de televisión duraba 10 o 12 horas diarias, con solo dos canales, el 1 y el “UHF”, y los espacios infantiles apenas duraban dos horas por la tarde. Así que, como mucho, una hora de televisión.
Como dice mi amigo Paco, autor del “Blog de Paco Prián” y del canal de YouTube “La Bitácora de Paco” (ambos muy aconsejables), “eso de escribir no es nada fácil, pues al esfuerzo intelectual de pensar qué se va a escribir, hay que unirle el arte de saber escribir, junto con buscar el momento para que todo ello confluya en un texto adecuado, dinámico y que enganche”.