Cada embarazo lo he vivido con gran predilección, y lo vivo como un gran milagro, ¡algo tan pequeño pero a la vez tan grande dentro de mí!
Tras nacer nuestra primera hija, estábamos deseando que viniera pronto una hermanita o hermanito, pero por razones que solo Dios sabe, no venía. Tuve que escuchar muchas veces que “hago bien en quedarme con una hija”, o que si “ya era hora de que le diera un hermanito a mi hija”... En fin, todas estas cosas que me decían me desconcertaban un poco, pues si supieran con cuántas ganas deseábamos tener otro bebé…
Reconozco que tuve momentos de llanto porque aquello que yo tanto deseaba no llegaba y no entendía el porqué, pero en el fondo mi oración era la siguiente: “Señor, si Tú lo quieres, lo acepto, porque Tú eres infinitamente bueno y siempre das lo que necesitamos en cada momento”. El Señor, en Su infinita Bondad, quiso que gustara la Cruz y me uniera un poco más a Él.
El pasado verano hicimos una peregrinación a S. Giovanni Rotondo con la intención de conocer el lugar donde vivió uno de nuestros santos favoritos, S. Pio de Pietrelcina. Fuimos en Ferry con nuestro coche hasta Civitavecchia y desde allí iríamos en coche a visitar a nuestro querido santo. Pero claro, ¿cómo no íbamos a parar en Civitavecchia a ver la Virgen que lloró sangre y que tanto quería nuestro querido Santo Juan Pablo II? Pues allí que fuimos y nos arrodillamos ante la Virgencita. Como nuestro dolor de no poder quedarme de nuevo embarazada seguía en mi corazón, se lo pedimos a Ella.
De ahí partimos para S. Giovanni Rotondo, lugar especial para nosotros, pues tras empaparnos a lo largo del año de lecturas sobre el P. Pío, nos parecía un privilegio poder estar allí en el lugar donde él vivió casi toda su vida. Pues a él también ¡cómo no! le pedimos el regalo de poder ser padres de nuevo.
Tras varios días en Roma, regresamos a Madrid y cuál fue nuestra sorpresa cuando supimos que volví embarazada de allí. Un verdadero milagro que le robaron al Señor entre la Virgencita de Civitavecchia y el P. Pío. Así pues, como dos verdaderos regalos de Dios he vivido mis dos embarazos, un camino que Dios así ha querido para nosotros y que sin duda, habrá sido lo mejor para nuestras almas.