¿Hijos? Los menos posibles, le oí decir el otro día a mi hija. La novia de mi hijo, por lo que yo he visto, piensa más o menos lo mismo. Yo no sé qué decirles, porque no sé ni cómo empezar.
Realmente lo que usted me plantea es una de las grandes dificultades que tiene el hombre moderno para ser feliz. Cuando el ser humano solo piensa en lo material, que es lo que está haciendo esta generación de una manera habitual, lo que le espera, sin temor a equivocarse, es el aburrimiento. Antes o después aparecerá en las vidas de cada uno de los que viven de la forma que usted me dice. El aburrimiento aparece inexorablemente cuando se tiene el alma dormida y los sentidos despiertos. De esa forma, la vida se convierte en un ansia de tener sin saber para qué.
Sería bueno preguntarles a sus hijos en qué se van a sostener, a apoyar, cuando las cosas de la vida les vengan mal dadas. Que vendrán. Porque, antes o después, el fracaso, la frustración, la incomprensión o el dolor aparecen en la vida de todo hombre. Sería también bueno hacerles pensar acerca de lo que van a hacer cuando a uno le entren ganas de tirar todo por la borda. Cuando la vida les apriete, ¿a qué, o a quiénes, van a recurrir para sacar adelante su matrimonio? Hágales pensar.
Otra cosa que me gustaría decirle es que procure usted vivir sus creencias, sin temor al qué dirán los demás. Y en el caso que me cuenta, sea sobria. Procure vivir la sobriedad. No dejarse llevar por la glotonería, ni por el exceso. Y, además, explicarlo. Decir por qué hace uno esas cosas. Será bueno para sus hijos, aunque no se lo manifiesten.
¿Que los novios de sus hijos van a pensar que usted es un antigua? ¡Que lo piensen! Que vean a una persona que vive con sobriedad y que es feliz, que no protesta, que está contenta, que procura estar pendiente de los demás. Lo que le tenemos que mostrar a nuestros hijos son vidas, nuestras vidas, para argumentar nuestras palabras. ¡Ánimo!