Asimismo, en sus escritos podemos encontrar que también en su idea originaria estaba el control de poblaciones “indeseadas" como afroamericanos y latinoamericanos en Estados Unidos. Así pues, la píldora comenzó su andadura tras las investigaciones preliminares, siendo probada inicialmente en una población reducida y marginal de mujeres portorriqueñas. Una actuación que hoy en día no se aprobaría (o no debería aprobarse) por parte de ningún comité de bioética. Una investigación insuficiente, con un claro sesgo sexista y racial, sin un seguimiento a largo plazo de los efectos secundarios que podrían sucederse.
Y así fue cómo se comenzó a generalizar el uso de la ya conocida como “píldora” entre toda la población. Inicialmente estaba aprobada solamente para usos "médicos" y no para la anticoncepción. Ya se encargaron los fabricantes de investigar presuntos usos médicos que hemos ido arrastrando hasta nuestros días (y de los cuales hablaremos) para ampliar la población diana que pudiera usar este producto. Y ya se encargaron médicos sin escrúpulos de recetarlo para cualquier mujer con intención anticonceptiva bajo capa de “uso médico". Posteriormente, se aprobó como anticonceptivo solo en el caso de casados, para poco después extenderse a toda la población.
Lo que nos encontramos hoy en día es que este fármaco está ampliamente difundido no únicamente para la anticoncepción, sino para otras patologías para las que no tiene la aprobación en su ficha técnica (en países como Francia, el 50% de las mujeres entre 15-49 años toman la píldora). Al hablar de píldora, hablamos también de cualquier método hormonal donde incluiríamos (ya que comparten actuación y efectos secundarios principales) el parche anticonceptivo, el anillo anticonceptivo, el implante y el inyectable anticonceptivos. En el próximo post hablaremos de su funcionamiento, ¡no te lo pierdas!